E
tnobotánica del cacao (Theobroma cacao L.):
Misticismo, religión y utilidad económica.
Actualmente,
los estudios etnobotánicos incluyen
aspectos etnográficos y simbólicos, consideran
el conocimiento heredado de forma generacional,
contienen herencia cultural trasmitida por la costumbre,
y documentan el lugar de las plantas dentro de los grupos
humanos. También abarcan el estudio de los restos de vegetales
que se encuentran en tumbas prehispánicas (alimentos,
ofrendas, materiales con que están elaborados los artefactos)
y el análisis de las representaciones fitomorfas de los
objetos y vasijas exhumadas. Esta es una ciencia dinámica
que incluye la herencia respecto al uso y aprovechamiento
de las especies vegetales, producto de un proceso de observación-experimentación
meticuloso (Pardo y Gómez 2003),
que se convierte en un legado entre generaciones. Tal como
Carapia-Carapia y Vidal-García (2016) argumentan, es imposible
cuestionar los aportes que este conocimiento heredado
ha tenido en mantener y mejorar las condiciones de vida
de la sociedad.
El objetivo de este acápite es describir de manera
breve, procesos de interrelación histórico-cultural establecidos
entre el hombre y el cacao a través del uso de este
cultivo. Es un hecho irrefutable que en América las civilizaciones
tenían sus bases en una agricultura indiscutiblemente
autóctona, un alto porcentaje de sus plantas seleccionadas y
mejoradas pertenecen a géneros que no tienen ningún representante
nativo en Eurasia o África (Dawson 1960). En este
sentido, el continente americano como centro antiguo de civilización
y agricultura, proporcionó al mundo una bebida no
sólo estimulante, por su contenido del alcaloide teobromina,
sino catalogada también como un alimento energético, fortificante
y medicinal. La especie Theobroma cacao (del griego
theos, dios; broma, alimento, “el alimento de los dioses”) o
cacao (de la voz maya cacau, kakaw) es la base de la preparación
de la bebida llamada inicialmente xocoatl o chocolatl
(choco significa espuma y atl, agua). Pertenece a la familia
Malvaceae y su origen es probablemente la región amazónica
(Vázquez-Ovando et al., 2012) siendo su centro de diversidad
se ubica en lo que hoy Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Venezuela
y Colombia habiendo sido domesticado primero en
Mesoamérica (Dostert et al., 2012). Según menciona Dubois
(2007) el consumo de cacao ocurre desde aproximadamente
400 años a.C. y de acuerdo con Dawson (1960), los cacaos
comerciales son posiblemente híbridos entre las variedades
amazónicas y las desarrolladas en Centro América y el Sur
de México. El cultivo se extendió de América del Sur hasta
México, aunque aún no es posible asegurar si su dispersión
ocurrió naturalmente o con la ayuda del hombre. No obstante,
resulta lógico suponer que las funciones que el producto
cumplía (Rosales, 2011) como alimento y en la vida social y
económica: bálsamo, ofrenda, tributo, artículo de intercambio,
objeto ritual, símbolo de fertilidad, afrodisíaco, emblema
de poder y prestigio, estén directamente relacionadas con
el uso y expansión del cultivo, puesto que es difícil admitir
que la especie por si sola atravesara los fríos Andes por el
oeste o la aridez del Golfo de Urabá por el noreste.
Los antiguos mayas y aztecas usaron el cacao como
medio de intercambio o tributo al emperador e iniciaron el
cultivo y crearon rutas de comercialización del producto entre
Mesoamérica y América del Sur. De acuerdo a los registros
arqueológicos, aproximadamente 1 750 a.C., los grupos
del Golfo de México y de las tierras bajas y selváticas del
sur, habían encontrado la forma de procesarlo para convertirlo
en una bebida que más tarde se convertiría en un lujo
para los mesoamericanos (Henderson y Joyce, 2009). Vasos
de cerámica que contenían teobromina, componente marcador
de cacao, fueron fechados en el sitio sagrado del Cerro
Manatí, Veracruz, (Powis et al., 2011) dentro de la zona nuclear
Olmeca, y un poco después en tumbas mayas de Puerto
Escondido, en el Valle de Ulúa, Honduras; en Colha, Belice,
y en Uaxactún, Guatemala (Attolini, 2011).
El radical cau se halla en las formas choc, chauc
y chac, que identifican al rayo, relacionado con el fuego, la
fuerza y el color rojo todo lo cual de alguna manera se relaciona
con algunas propiedades y colores observados en la
planta de cacao, y es como se manifiesta en varias fuentes
primarias y en los vasos mayas. Aunque existen numerosos
apuntes de la historia, leyendas y mitologías alrededor de la
palabra chocolate, se postula que la huella arqueológica más
antigua que habla del cacao como una bebida es el recipiente
descubierto en la tumba 19 de Río Azul, ciudad Maya ubicada
en la frontera de Belice con México y Guatemala, fechada
de pertenecer al siglo V d.C. (Arias, 2014), en su interior se
encontraron restos de la bebida preparada con cacao y en su
exterior dos símbolos fonéticos que representaban la palabra
Kakaw. Se dice que las ciudades de Oaxaca y San Cristóbal
de las Casas (México), y Guatemala pudieron ser las posibles
cunas del chocolate (González, 2003).
Son conocidos los vasos mayas del clásico, tienen
representaciones de escenas ceremoniales donde el chocolate
aparece como parte de las costumbres de la realeza, es decir
su uso estuvo ligado esencialmente a la clase social con
poder, prestigio religioso o místico. Son numerosas las evidencias
de investigadores que fundamentan el hecho de que
la producción de cacao y las grandes plantaciones de estos
árboles en América del Sur, fueron posteriores a la domesticación
y uso de T. cacao en Centro América y el Sur de
México, así que el cacao llegó después a ser la importante
mercancía actual de Ecuador, Brasil, Colombia y otros países
suramericanos. Incluso el origen de la palabra cacao respalda
el posible inicio mesoamericano del chocolate como producto
comercial (Bletter y Daly 2009). Algunos autores mencionan
que la especie también fue domesticada en América
del Sur (Ogata et al., 2009). Sin embargo, la controversia se
genera porque hay quiénes relatan que en esta región no hubo
domesticación sino solamente uso de la parte carnosa de la
mazorca para preparar una bebida fermentada, y de la corteza
para infusión medicinal (Arias, 2014). De acuerdo con
Young (1994) no existen evidencias anteriores a la Conquista
acerca de la existencia de plantaciones de cacao en América
del Sur o las islas del Caribe. Es importante agregar que fue
llevado a Europa por los conquistadores de México, quiénes
conocieron este producto en la corte del emperador Moctezuma,
y continúa hoy siendo codiciado en países consumidores
europeos, Estados Unidos y del resto del mundo.
Europa el consumo de cacao fue considerado un
lujo, similar que en Mesoamérica, un obsequio especial propio
de las clases sociales con poderío. Adicionalmente, la
realidad muestra que también en los países europeos el cacao
está ligado a la cultura, destacándose algunos países como
Dinamarca, Italia, Suiza, Bélgica y Alemania por el refinamiento
gradual y mejoras que el proceso de manufactura del
chocolate ha tenido. Hoy son reconocidas las propiedades
medicinales y psicotrópicas del cacao (Guerrero et al., 2012;
Quintero y Díaz 2004) que explican el uso reportado de éste
en las antiguas culturas prehispánicas. Adicionalmente, el cacao
contiene compuestos de alto contenido energético, nutricional
(grasas, proteínas, minerales como magnesio, fósforo,
potasio), y benéficos a la salud como son los flavonoides o
polifenoles antioxidantes (Rosales 2011; Angel et al., 2016;
Alegría, 2015).
Los cenotes (de la palabra maya dzonot que quiere
decir caverna de agua o abismo) situados al norte de la península
de Yucatán, han ayudado a comprender como inició
la domesticación del cacao en la región mesoamericana, asimismo,
para los mayas éstos fueron fuentes de agua y entrada
al inframundo lo cual induce también a relacionar el cacao
con el misticismo y lo sagrado. En la cultura maya el cacao
estaba relacionado no solamente con la riqueza, lo sagrado y
el estatus social, sino también con el avance que estos grupos
étnicos hicieron en labores agrícolas tales como canales
de irrigación, la combinación con árboles de mayor tamaño
para sombra y mantener humedad en el suelo, por ejemplo,
Madero Negro (Gliricidia sepium) y yuca (Manihot esculenta),
intercalados entre árboles de cacao. Las actividades
agrícolas realizadas por los indígenas mesoamericanos han
sido reportadas en Guatemala, en la costa del Pacífico de El
Salvador y en el oeste de Nicaragua (Young 1994). Se aduce
que la producción de cacao en Nicaragua durante la época
precolombina fue un atractivo para las migraciones del norte
y del sur (McNeil, 2009) y se concentraba en los actuales
departamentos de León, Granada y pequeñas plantaciones en
Chinandega y Rio San Juan
Dentro del interés de este artículo es importante señalar
que la historia destaca el uso particular en Nicaragua
del cacao como moneda, lo cual posiblemente estaba relacionado
a su valor nutritivo, económico y comercial (Reents-Budet
2006). En el año 1860 las semillas de cacao aún
se utilizaban en los mercados de Nicaragua como parte de un
exclusivo sistema monetario. ANECACAO (2015) subraya
que el primer europeo en descubrir los granos de cacao fue
Cristóbal Colón, al llegar durante su cuarto viaje a lo que
hoy es Nicaragua. Los principales indicios acerca de la importancia
económica del cacao en la antigua Mesoamérica,
antes del arribo de Colón, se relacionan con los Pipil–Nicarao,
grupos de habla maya, quiénes provenían de México
y llegaron a Centro América y posiblemente hasta Nicaragua.
Al revisar la Etnohistoria se hace posible conocer que el
cultivo de cacao fue la actividad económica central para los
Pipil-Nicarao, ellos fueron expertos cultivadores de cacao y
figuran claros indicios del sistema productivo e incluso de
comercialización que ellos desarrollaron.
Steinbrenner (2009) dan razones para sospechar una
historia del cultivo y producción, aún más antigua que el arribo
al país de grupos étnicos mesoamericanos. Realizar estudios
en Etnobotánica significa un trabajo de campo intensivo,
sistematizado y detallado acerca del uso, saberes, sabores,
alimentos y agricultura de una región. El realizar una sistematización
así requiere un esfuerzo o proyecto de nación que
conduzca el rescate de este conocimiento, que es un patrimonio
cultural generado básicamente por los habitantes de pueblos
indígenas y comunidades rurales que se encuentran más
en contacto con la naturaleza. No es de extrañar que haya
sido reportado el riesgo en que se encuentra esta herencia de
creatividad cultural referida al conocimiento y prácticas de la
manipulación de las plantas en su entorno (Pardo y Gómez
2003).
Escribir este acápite tiene la intención de incentivar
un proceso de reflexión que pueda contribuir a reconocer y
preservar este patrimonio, y a fundamentar la necesidad de
crear puentes entre la tecnología agrícola de vanguardia y las
técnicas ancestrales de uso, multiplicación y conservación de
las semillas de cacao que por años nuestros productores han
mantenido como parte de sus tradiciones, sin olvidar que al
mismo tiempo, ellos han desarrollado durante siglos dinámicas
productivas y culturales peculiares que hacen de este cultivo
un patrimonio biocultural ampliamente compartido entre
muchos países de América Latina.
El modelo de desarrollo rural aplicado en las últimas
décadas se ha centrado en el impulso de la agricultura
privada de exportación, a través de esquemas de modernización
tecnológica que han hecho florecer enclaves agrícolas o
agroindustriales relacionados por ejemplo a la ganadería o al
monocultivo; actividades actualmente muy debatidas por sus
efectos sobre el ambiente. Empero, en Nicaragua el momento
de cambio actual podría facilitar diversificar la producción
local de productos agrícolas con valor agregado, utilizar la
agrobiodiversidad, diseñar o adecuar tecnologías para mejorar
la economía, la calidad de vida rural y retener simultáneamente
en su territorio la población activa de jóvenes emprendedores.
Complementario a lo anterior, es conveniente mencionar
lo fácil que resulta reconocer al cacao como un cultivo
ancestral mesoamericano, ofrenda y regalo de los dioses,
y la primera mercancía de la región durante siglos y desde
tiempos inmemoriales (Young 1994); en la actualidad continúa
siendo un puente entre culturas -aunque haya decaído su
uso como bebida- su producción como confitura sólida está
continuamente en aumento. Incluso su valor como producto
transformado es cada vez mayor, es decir la demanda mundial
del cacao es impulsada por confiterías de la industria del
chocolate y por su uso cosmético.
Diversos investigadores han mencionado que el cacao
de calidad o “cacao fino” proviene del grupo Criollo que
a diferencia de los otros dos grupos conocidos (Forastero y
Trinitario), fue domesticado y empleado como materia prima
en la alimentación de los pueblos precolombinos de Mesoamérica
aproximadamente 3 800 años (Powis et al., 2011;
Afoakwa et al., 2008). En la actualidad diferentes productos
del género Theobroma están diseminados y utilizados por
todo el mundo, lo cual ha exacerbado el uso que las tribus o grupos étnicos precolombinos hacían en una mezcla de actividad
económica, misticismo y simbolismo. Young (1994)
reportó exhaustivamente este tipo de información acompañada
del progreso de las labores agronómicas del cultivo.
Chessman (1944) sugirió que desde el centro de origen
de cacao podría haber ocurrido una posible migración de
dos grupos de subespecies de cacao, una hacia Venezuela y
la otra hacia Centro América, habiendo sido el istmo de Panamá
una barrera natural que contribuyó a la diferenciación
independiente de estos dos grupos. El grupo de Venezuela
fue llamado Forastero y al grupo de Centro América se le
denominó como Criollo. Bartley (2005) señala que la palabra
Criollo puede ser traducida como nativo y fue usada para definir
la primera variedad cultivada en una unidad geográfica
no situada en el área original de distribución.
Por su parte Dias (2001), consideró que las poblaciones
Criollas de cacao fueron originadas y cultivadas en
Centro América (desde México hasta el sur de Costa Rica) en
tanto considera al grupo Forastero como el que existió en estado
silvestre en Sur América; este autor reporta la existencia
del grupo llamado Nicaraguan Criollo clasificando éste sobre
la base geográfica.
Aún con los novedosos estudios moleculares realizados
más recientemente, el origen de T. cacao aún continúa
siendo controversial, pero, a la vez se sugiere un potencial
único en la riqueza y raros alelos existente en el genoma del
cacao nicaragüense (Aragón, 2009).
De aquí que resulte importante resaltar que trabajos
caracterizando botánica y agronómicamente 100 árboles
promisorios de cacao, identificaron una población local con
potencial para enriquecer la genética y mejorar la productividad
de los cacaotales de Waslala, Nicaragua (Ayestas et al.,
2013), de igual manera Ruiz et al., 2011 destacaron la característica
de la diversidad genética encontrada en su zona de
estudio. En este sentido estudios moleculares realizados por
Trognitz et al., (2011) proponen una posible relación del cacao
nicaragüense con el cacao Criollo Maya. A modo general se ha documentado que el cacao muestra una alta variabilidad
genética (Dostert et al., 2012) posiblemente relacionada
con subpoblaciones aisladas y adaptadas a diversos hábitats.
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La etnobotánica permite entonces postular que en
Nicaragua, dentro de las plantaciones nativas que durante
años han permanecido en manos de productores individuales,
existe un acervo de genes disponible para el avance de estrategias nacionales que contribuyan a incrementar la productividad,
desarrollar valor agregado y ampliar la calidad
del cacao nacional, lo que tendría gran impacto en la comercialización
del producto y en el bienestar de las familias que
trabajan con este cultivo. Algunos autores han detallado la
enorme variabilidad y estrategias internas de adaptación que
exhiben los agricultores (Altieri y Nicholls 2008).
En el contexto histórico actual es altamente pertinente
el acompañar a los productores en todas las maneras
que posibiliten dilucidar y rediseñar responsablemente sistemas
agrícolas fuertes, flexibles e ingeniosos. En el caso de
cacao, este trabajo deberá ser acompañado con políticas y
lineamientos que incentiven y fortalezcan tecnológicamente
este sistema de producción ancestral, y conduzcan a la par estrategias
sólidas dirigidas a la transformación y comercialización
de los productos obtenidos. Aumentar sistemáticamente
el ingreso nacional generando divisas con este producto de
alto potencial de exportación, pero, situado en el escenario de
un mercado internacional competitivo y usualmente monopolizado,
constituye un reto transcendental para el desarrollo
de numerosos países latinoamericanos. Ogata (2007), destacó
que 90% de las ganancias anuales de la comercialización
de chocolate queda en los países donde no es posible producir
una sola planta de cacao en condiciones naturales
Caracterización del sistema de cultivo y contexto
del cacao en Nicaragua. El significado más habitual de la
palabra cultivo se refiere al cuidado con atención y esmero
de las plantas y además desde el punto de vista económico
tiene la finalidad de obtener la mayor producción. En Nicaragua,
la cultura del cacao y sus sistemas forestales son
fundamentalmente un legado de los “Pipil-Nicarao” (Young
1994); estos dos grupos étnicos se originan de los aztecas que
ocuparon las tierras altas del centro de México y la región de
la costa del Golfo. Perfeccionar el uso de estos sistemas se
postula como una alternativa para mejorar la sostenibilidad
de comunidades rurales vulnerables; el cacao, como cultivo
tradicional de la economía rural, se enmarca en un sistema
agroforestal, se cultiva conjuntamente
con otras especies
vegetales, principalmente café,
plátano, frutales y maderables,
los que generan sombra al cacao
y permiten al agricultor tener
otras alternativas de ingresos
(MASRENACE, 2010).
Igualmente, tiene un
efecto altamente positivo en la
biología del suelo, por ejemplo,
(Mejía y Alvarado 2016) reportan
la presencia de hongos benéficos
del género Tricoderma o bien de Scutellospora calospora
(Bona et al., 2016), que tienen uso potencial en el manejo
biológico y la nutrición del cultivo respectivamente. Los sistemas
agroforestales con cacao contribuyen entonces con el
reciclaje de la materia y energía en el suelo y el ambiente,
puesto que son grandes generadores de biomasa, sitios de almacenamiento
de CO2, eficientes liberadores de oxígeno, y a
la vez favorecen nichos ecológicos para una amplia diversidad
de especies vegetales y animales (Ruiz, 2014).
El hábitat natural del cacao es el interior de bosques
lluviosos subtropicales sudamericanos. El hábitat comprende
zonas subtropicales secas a húmedas así como zonas
tropicales muy secas a húmedas. Las temperaturas mínimas
medias son entre 18° y 21°C, las máximas desde 30° hasta
32 °C. La temperatura mínima absoluta es de 10 °C, por debajo
de la cual las plantas reciben daño. La cantidad de luz
que debe recibir una plantación de cacao está en relación a
la disponibilidad de agua y nutrientes presentes en el suelo.
El cacao responde bien con cinco horas de brillo solar y en
suelos bien aireados, se desarrolla y produce en terrenos planos
y es aceptable el cultivo en pendientes hasta de un 30%.
El resumen a continuación está basado fundamentalmente en
La Guía Tecnológica del cultivo de cacao publicada en 2010
por el Instituto Nicaragüense de Tecnología Agropecuaria
(INTA)
La cantidad de lluvia adecuada para el cacao está
entre 1 500 y 3 500 mm año-1, con una distribución de no
menos 150 mm mes-1. Se considera como un límite seco
para el cacao la isoyeta de 1 220 mm año-1. Ambientes muy
húmedos propician el desarrollo de enfermedades, la humedad
relativa para reducir el stress de la planta y la evapotranspiración
no debe ser inferior al 60% durante el día. La planta
de cacao posee un tallo ortotrópico, alcanza una altura hasta
de 1.5 m, y entre los 10 y 18 meses pierde su yema terminal
y forma una horqueta o verticilo que contiene de tres a cinco
ramas; las plantas de origen clonal obtenidas mediante injerto
o estacas presentan una conformación diferente sin el
predominio de un eje principal (Ruiz, 2014). La cantidad de
luz que debe recibir una plantación de cacao está en relación
a la disponibilidad de agua y nutrientes presentes en el suelo.
Alta intensidad de luz en suelos pobres sin fertilización
agotan y dañan irreversiblemente los árboles de cacao.
El cacao responde bien con cinco horas de brillo solar y en
suelos bien aireados. Su sistema radicular es pivotante y de
rápido crecimiento. Las hojas jóvenes varían en color, del
verde pálido a rosado y violeta de acuerdo al tipo de cultivar
o clon. El cacao es cauliflor y su flor es hermafrodita, pequeña,
pentámera, sostenida por un pedicelo con una constricción
en su base. Posee cinco sépalos unidos en su base, de
color blanco o rosado, con pétalos alternos fusionados a los
sépalos. Presenta polinización cruzada (xenogámico) y posee
un complejo sistema de autoincompatibilidad (Ndukwu
et al., 2010), también han sido reportados casos de autocompatibilidad
(Motamayor et al., 2003; Godoy et al., 2009). La
polinización natural es entomófila (Klein et al., 2007).
Se ha sugerido que el principal agente polinizador es
una pequeña mosquita (Forcipomya spp.) de la familia Ceratopogonidae
(Young 1986; Goitia et al., 1992). En un estudio
en 40 fincas de Waslala, Nicaragua se registró la presencia de
Forcipomya spp en pequeñas cantidades, predominando especies
de hormigas y áfidos, lo que según CONABIO (2008),
podrían también intervenir en la polinización.
La flor de cacao que no es polinizada se cae a las 48
horas, lo que disminuye la capacidad productiva de la planta.
Esta situación se debe a problemas de compatibilidad, deficiencia
nutricional y mal manejo del cacaotal. Usualmente
entre 1 y 5% de las flores polinizarán bien y desarrollarán
frutos. El fruto es una mazorca que tiene módulos visibles por los surcos, en su interior presenta cinco hileras de semillas o
almendras cubiertas de pulpa o mucílago, de sabor dulce y
aroma agradable. El número de semillas varía en promedio
de 20 a 40, en casos excepcionales, alcanzan 50 dependiendo
del tamaño de la mazorca, la que madura entre cinco y siete
meses después de la fecundación. La autoincompatibilidad
puede incluso ocasionar la caída de los frutos.
Usualmente entre 1 a 5% de las flores polinizarán
bien y desarrollarán frutos. La duración del desarrollo del
fruto es desde 150 hasta 180 días, depende principalmente
del cultivar y la procedencia. Las plantas de cacao obtenidas
de semilla comienzan a florecer y fructificar después de 3 o
4 años de la siembra, alcanzando su total desarrollo aproximadamente
a los 10 años. La cosecha máxima se alcanza
después de 6 o 7 años (Doster et al., 2012). Es posible clasificar
previamente clones de cacao utilizando caracteres de la
mazorca como el color, tamaño y la forma.
Ayestas (2009) expone información detallada acerca
del cultivo en Nicaragua, características de los árboles de
cacao y del manejo agronómico que productores locales realizan
en el sitio. El análisis de conglomerados realizado a los
resultados de este estudio, mostró la formación de dos grupos;
por su parte Trognitz et al. (2011) indicaron que el nivel
de riqueza alélica en Waslala también es comparable al de
una colección de cacao seminatural del Amazonas superior y
a los de la colección USDA-ARS Mayaguez. Lo importante
de estos trabajos es que dan información de un germoplasma
que está relacionado a la selección, que acorde a las condiciones
de la zona, han realizado los agricultores locales, y
confirman el hecho ya mencionado antes del acervo genético
existente en manos de los agricultores que laboran este
cultivo. En Nicaragua existe una amplia región que posee
condiciones agroclimáticas y eventualmente culturales para
el cultivo, actualmente se ejecuta un estricto programa de desarrollo
de este cultivo para contribuir a la productividad y
posiblemente disminuir las condiciones de riesgos socionaturales.
Es desde el punto de vista de calidad comercial e
industrial que se clasifica al cacao en dos categorías: el cacao
ordinario o “bulk” y el cacao fino o de aroma (Ruiz 2014). Ya
se ha señalado que diferentes estudios conducen a destacar
que el cacao de Nicaragua es por sus cualidades un producto
competitivo de exportación, y posee alto potencial para nichos
especiales de mercado (Young 1994; CEI 2013; Ritter
Sport 2017). Adicionalmente, en septiembre del año 2015,
el panel Ad Hoc de la Organización Internacional del cacao
(ICCO por sus siglas en inglés) reconoció el país como 100%
país productor que exporta cacao fino o de aroma. Cabe mencionar
que algunos estudios documentan el que los genotipos
Criollos, independientemente de los procesos poscosecha
ofrecen características de sabor y aroma superiores a otros
con procesado similar (Vázquez-Ovando et al., 2012).
A la relevancia agroalimentaria e industrial del cacao
se suma el lugar notable que el cultivo posee desde la
perspectiva social, pues por sus requerimientos edafoclimáticos
está vinculado a países básicamente en desarrollo, localizados
en la franja ecuatorial de América Latina y de él
dependen una gran cantidad de agricultores (Efombagn et al.
2007). El cacao como alimento autóctono y ligado a nuestra cultura, se cultiva en la actualidad principalmente por productores
medianos y pequeños quiénes no han alcanzado aún
los niveles de comercialización que el producto permite; en
contraste, no cabe duda que aunque nuestros productores de
cacao tal vez no lo vendan, si lo cuidan e incluso lo adquieren
de alguna manera acorde a sus contextos. Resulta muy
común observar en las comunidades agrícolas nicaragüenses
que el cacao se cultiva predominantemente a nivel de plantaciones,
ya que aunque existe una industria incipiente que
estimula la cosecha del producto primario, paradójicamente
la comercialización lucrativa de cacao sigue siendo un desafío.
Inclusive la historia socioeconómica del país muestra
paradójicamente como posterior al período colonial, el café
reemplazó al cacao como un producto agrícola considerado
financieramente más rentable.
No obstante, en los últimos años se ha observado
cierta tendencia de incremento en el número de productores
de cacao, quizás explicada por las circunstancias de oportunidad
existentes en el mercado regional e internacional y
ojalá estimulada no sólo por los cambios actuales entre oferta
y demanda sino también eventualmente porque los productores
han tenido noticias y retomado el saber ancestral alusivo
al incremento de la resiliencia ante los cambios ambientales
que el desarrollo del cultivo de cacao como sistema agroforestal
(SAF) puede tener en las comunidades rurales. Planificar
esta capacidad adaptativa con una perspectiva de nación,
de armonización de intereses, de articulación de esfuerzos y
sobretodo utilizando las capacidades ancestrales de la especie
T. cacao, y de los cacaocultores contribuirá a robustecer
en el país la ahora cadena alimentaria y de valor de cacao.
En el año 2013, el Ministerio de Economía Familiar,
Comunitaria, Cooperativa y Asociativa (MEFCCA) reportó
10 500 productores que participan en la producción de cacao,
señalando que el 98% de ellos son pequeños productores de
0.8 – 3.0 ha. Asimismo, el documento menciona el potencial
de 350 mil hectáreas, existente principalmente en la zona
Este del país, Costa Caribe, que reúnen las condiciones agroclimáticas
para este cultivo. La producción de cacao hasta
agosto de 2013 fue de aproximadamente 2 033 t, (Bendaña
et al., 2013), registrando un incremento de más de 1 500 t
en comparación a 500 t de cacao producidas en 2006. En
Nicaragua se estima que hay al menos 7 500 hectáreas sembradas
con cacao, las cuales están distribuidas en 7 grandes
núcleos productivos que se ubican en las regiones autónomas
de la RAAS y RAAN, y en los departamentos de Matagalpa,
Jinotega, Río San Juan, Granada y Rivas (CEI, 2013).
En el Boletín de cacao (2014) del Centro de exportaciones
e inversiones (CEI) se proyectaron 5 000 t para el año
2014. Por lo general las exportaciones de cacao de Nicaragua
han experimentado en los últimos seis años un crecimiento
mantenido y se realizan principalmente a Alemania, Italia,
Austria, Estados Unidos y a otros países de Centroamérica.
En los reportes se observa una tendencia de incremento en
la producción, desde 500 t (año 2006) hasta las 6 500 proyectadas
para el año 2016, igualmente la tendencia creciente
de los precios de los últimos años se refleja en el valor de
las exportaciones. El boletín de Ritter Sport (2017) menciona
que de enero a marzo fueron 1 124 t (11.67 % más que en ese
periodo del 2016).
Según la información disponible puede aseverarse
que las exportaciones de cacao en Nicaragua presentarán una
tendencia a incrementarse a medida que entren gradualmente
a producir cada vez un mayor número de áreas cultivadas, y
se mejore la productividad de las plantaciones. Cabe hacer
notar que los productores han aceptado el reto del mercado,
han optado por organizarse formando parte de un dinamismo
positivo de actores, y están dispuestos a cumplir políticas
nacionales para obtener productos de calidad, valor agregado,
mejorar capacidades de comercialización y trabajar incrementando
la rentabilidad con el mínimo de afectación al
medio ambiente.
Altieri y Koohafkan (2004) fortalecen el criterio de
que cacao cultivado como SAF se constituye en una herencia
ancestral viable para mejorar la calidad de vida de las generaciones
futuras. Por su parte, en Nicaragua durante el año
2016 el INTA coordinó el I Congreso Internacional de Producción
Sostenible de Cacao Fino Nicaragüense centrando
esta actividad en el intercambio de experiencias, de saberes
y en el fortalecimiento de capacidades para la “Producción
de cacao en sistemas agroforestales como alternativa para
la reducción de la degradación ambiental y cuido de nuestra
madre tierra”. A la vez se pretende el diseño de un Plan de
acción articulado del Sistema Nicaragüense de Investigación
e Innovación Agropecuaria para presentar alternativas tecnológicas
sostenibles para la adaptación al cambio climático.
La Guía tecnológica del cultivo de T. cacao L. publicada
en (2010) por el INTA indica que cultivar cacao en
sombra genera un sistema agroforestal que se asemeja al bosque
original, que corresponde a un uso adecuado de la tierra,
contribuyendo a mejorar las condiciones ambientales y la
economía de las familias productoras.
Teniendo en cuenta lo anterior, es posible afirmar
que existen en Nicaragua los elementos políticos y sociales
para realizar una gestión única, perdurable, de coherencia entre
políticas y responsabilidades, que además de ser acorde
con los valores, identidad y tradiciones de las comunidades,
satisfaga la necesidad de acciones articuladas dirigidas al
desarrollo económico, social y de protección al medio ambiente.
Generando así las pautas para alcanzar un desarrollo
centrado en el ser humano, un nuevo enfoque para potenciar
el que la población rural desempeñe actividades nuevas más
allá de la producción agrícola puesto que las comunidades
de agricultores aportan a la sociedad otros bienes y servicios
(sociales, patrimoniales, ambientales) cada vez más demandados
y estrechamente relacionados con el área territorial en
que ellas desarrollan sus actividades.
Bienes y servicios de gran relevancia para la activación
económica de los territorios rurales, por los recursos
patrimoniales a ellos asociados, y por su relación con la provisión
de escenarios de ocio y esparcimiento muy apreciados
por el turismo rural emergente (Silva, 2010). Es en el panorama
de lo expuesto hasta aquí que cabe hacerse la siguiente
pregunta ¿el uso, los saberes y este cultivo localmente adaptado
en los últimos dos mil años, podría contribuir a resolver
los problemas nutricionales, productivos y económicos existentes
actualmente en comunidades rurales nicaragüenses?
Algunos aspectos relevantes para generar respuesta ante esta
pregunta son:
• T. cacao es un cultivo de importancia comercial a nivel
mundial siendo fuente de ingresos para pequeños productores
(Kuhn et al. 2012), y sus características medicinales,
nutricionales cosméticas e incluso industriales son cada vez
más apreciadas. Nuestro país reportó disponibilidad de germoplasma
de cacaos acriollados y criollos, los que usualmente
poseen las características demandadas por los mercados
nacionales e internacionales.
• Ha sido reconocido que la estrategia de combinar en el sistema
de producción diferentes especies y cultivos maximiza
los ingresos en el largo plazo, minimiza los riesgos, estabiliza
los rendimientos y abre posibilidades a una dieta diversa. En
Nicaragua, al igual que en el resto de Centro América, los sistemas
agroforestales han existido desde tiempos precolombinos
y una gran parte de ellos se utilizan de forma tradicional
y se han desarrollado de acuerdo a los recursos que posee el
agricultor.
• El cultivo de café y el de cacao bajo sombra, cortinas rompevientos,
cercas vivas y árboles en potreros, practicándose
éstos por lo general sin ningún manejo se han reportado en
el país como sistemas agroforestales tradicionales (Mendieta
y Rocha 2007). Cabe agregar que en el país los productores
de cacao tienen experiencia en el cultivo como sistema agroforestal,
con manejo agroecológico y orgánico, y realizan un
proceso postcosecha bajo estándares de calidad.
Actualmente políticas y estrategias nacionales favorecen
el desarrollo de los SAF con cacao, con el propósito de no
solo diversificar y optimizar la producción y la economía local,
sino también para sobre la base de un manejo sostenido
disminuir la creciente presión sobre el suelo y los recursos
naturales de la amplia zona al Este del país (Costa Caribe)
cuyas condiciones agroclimáticas y socioculturales facilitan
el establecimiento de este sistema productivo. Esta opción
es idónea para contribuir a detener el avance de la frontera
agrícola en las zonas de amortiguamiento de áreas protegidas
importantes y relacionadas a la vez con el Corredor Biológico
Mesoamericano.
En este momento convergen en el país un gobierno con visión
de participación ciudadana, interesado en la búsqueda
del bien común, la seguridad alimentaria y el rescate de nuestro
patrimonio cultural y natural; además una visión multidisciplinaria
y las premisas para realizar diseños de modelos
de gestión agrosistémica. Todo lo cual crea las bases para
innovar en un Plan original, pionero, que tenga como propósito
fundamental alcanzar un equilibrio entre producción,
calidad de las producciones, conservación de los recursos y
bienestar humano.
• Los productores pequeños y medianos que han preservado
este sistema de cultivo y que en la mayoría de los casos lo
han manejado durante años, necesitan ese mecanismo innovador
que lidere el desarrollo óptimo de la cadena de valor de
cacao, y simultáneamente optimizando el uso de los recursos
y componentes locales de la producción, y una agricultura
ecológica concilie las exigencias de la sociedad, la protección
del medio ambiente y la productividad agrícola.
Aspectos agroecológicos del cultivo de cacao en SAF y Beneficios
de los Sistemas Ingeniosos del Patrimonio Agrícola
Mundial (SIPAM). Este tema será abordado teniendo
como hilo conductor lo mencionado antes acerca de la existencia
en el país de sistemas tradicionales agroforestales con
cacao y la importancia de fomentar, de fortalecer con una
gestión vigorosa y armónica la integración de los factores sociales,
económicos y ambientales que en el espacio y tiempo
a estos sistemas les corresponde.
En acápites anteriores se han mencionado los beneficios
ecológicos que predominantemente ofrecen los SAF
con cacao, sin embargo, es oportuno resaltar el incremento
en la biodiversidad, los efectos positivos en la polinización,
ciclo de nutrientes y del agua más eficientes, la función de
corredores biológicos, y en general el amortiguamiento a los
efectos adversos del cambio climático (Franzen y Borgerhoff
2007), que éstos poseen al contribuir a disminuir el calentamiento
global. Asimismo, la presencia de varias especies de
árboles de sombra en el cultivo incrementa el valor comercial
de las plantaciones. Resulta obvio la disminución de los
riesgos socioeconómicos, ecológicos y ambientales que este
sistema ofrece ante el posible monocultivo.
Por otra parte, hay que mencionar que en el medio
rural nicaragüense contrastan estos sistemas tradicionales,
como el cultivo de cacao en SAF, cuyas técnicas han cambiado
muy poco en el tiempo, con otros que emplean técnicas
agrícolas intensivas con alta tecnología. Paralelamente,
la biodiversidad como patrimonio natural es un componente
estratégico de estos sistemas, como factor favorable para la
supervivencia y viabilidad de las poblaciones humanas, es
parte de este rico patrimonio cultural y en un territorio implica
un flujo de genes, nutrientes, agua y energía entre los
distintos componentes del mosaico geográfico particular.
Somarriba y Harvey (2002) discuten las maneras en que se
pueden integrar la producción sostenible y la conservación
de la biodiversidad en fincas indígenas productoras de cacao
orgánico de Talamanca, Costa Rica.
Este tipo de estudios resalta la importancia de la
Ciencia para comprender las diversas interacciones que regulan
el funcionamiento armónico de estos complejos agroecosistemas.
Sobre bases científicas se deberán generar las tecnologías
que conduzcan el incremento de la productividad, el
aprovechamiento racional, y también guíen la ejecución de
estrategias de certificación y mercadeo de productos, diferenciados
por su calidad, que podrían facilitar a los productores
la oportunidad de promover el interés de la población local y
obtener mejores precios (Bello et al. 2008).
Al sumar a todo este constructo, la diversidad biocultural
de un cultivo autóctono como T. cacao, cuyo producto
puede originar tal valor agregado que logra incluso llegar
a comercializarse en mercados Gourmet, estamos todos obligados
a enfocar nuestra atención en rescatar el conocimiento
tradicional relacionado, generar nuevo conocimiento y crear
las sinergias apropiadas para influenciar positivamente los
patrones de calidad de vida y de consumo de toda la sociedad.
Así como a guiar acciones específicas para incrementar
el bienestar de las familias rurales que trabajan este sistema
productivo. El Boletín de Cacao elaborado por el CEI en
el año 2014 destaca que los éxitos en este rubro son reflejo de la transformación productiva de la nación con políticas y
programas que buscan aumentar y diversificar la producción
agropecuaria, aumentar rendimientos y garantizar una exportación
con mayor valor agregado y bajo un enfoque de protección
de los recursos naturales. Paralelamente, es observable
que en la gran mayoría de los países en desarrollo ocurre
un proceso económico dual, donde coexisten la economía de
subsistencia y la economía de mercado
Relacionado a esto se destaca también la vulnerabilidad
que los productores de cacao medianos y pequeños aun
presentan por las desigualdades sociales y económicas, no
obstante, la evidencia muestra que los SAF con cacao proveen
a estos agricultores mayores ingresos netos que el cacao
como monocultivo (Ramírez et al., 2001). Por lo cual es seguro
enfatizar, que la diversificación de la finca con especies
autóctonas de alto valor, y posibles incentivos económicos
(Franzen y Borgerhoff 2007) a pequeños y medianos productores
para producir con la mayor eficiencia y calidad el cacao
en SAF son pilares exitosos de una política nacional.
Al analizar lo que la FAO señala acerca de los Sistemas
Ingeniosos del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM)
éstos se conciben como sistemas de producción ancestrales
que sostienen y conservan la biodiversidad y los recursos
genéticos necesarios para la alimentación y la agricultura.
Constituyen sistemas de conocimiento y cultura local, paisajes
modificados por prácticas de manejo de los recursos
naturales que han sido adaptados de generación en generación
de agricultores durante siglos. Se considera a los SIPAM
como ecosistemas resilientes plenos de una herencia cultural
invaluable y fuentes de múltiples bienes y servicios.
Se ha reportado que tanto en América Latina, como
en Asia y África, existen microcosmos de esta agricultura ancestral,
con manejo agrícola tradicional el cual rubrica una
estrategia exitosa de desarrollo de sistemas de producción
específicos. Algunos proyectos pilotos de SIPAM en Perú,
Chile, Kenia, Tanzania, Filipinas son descritos por Koohafkan
y Altieri (2011). Por su parte, Altieri y Nicholls (2008)
enfatizan como los diseños agroforestales son parte de los
sistemas ancestrales heredados, complejos, frutos de la creatividad
de los agricultores que durante siglos han resuelto sus
necesidades de subsistencia en condiciones ambientalmente
variables y en muchas ocasiones hostiles; la presencia de árboles
es elemento clave para la mitigación de la variabilidad
del microclima. Adicionalmente, Ogata (2007) menciona que
de acuerdo a las experiencias de Camerún, Ghana, Nigeria el
cacao en SAF es una de las mejores alternativas para pequeños
productores.
Cabe destacar que en Nicaragua existe una Ley de
Fomento a la Producción Agroecológica u orgánica, así como
la Ley de Conservación, Fomento y Desarrollo Sostenible
del Sector Forestal, Ley de Derechos de Autor y Derechos
Conexos; las cuáles acompañadas de una serie de políticas
alrededor del ambiente, del reordenamiento territorial, de la
agroecología, del desarrollo sostenible y de la tecnología e
innovación constituyen un marco jurídico valioso para desarrollar
una propuesta propia de SIPAM para los SAF con
cacao. Puesto que éstos son sistemas productivos concebidos
como una evolución conjunta entre los paisajes rurales y los
sistemas de uso de la tierra habiendo evolucionado en una coadaptación de la comunidad con su entorno, con el uso de la
agrobiodiversidad local y las aspiraciones colectivas de desarrollo
sostenible. La Etnohistoria permite fundamentar esta
tesis para los SAF con cacao de Nicaragua al referir cómo los
agricultores ancestrales desarrollaron toda una agrocultura
alrededor de este sistema de producción y lo perfeccionaron
durante siglos (Young, 1994; MacNeil, 2006).
Por su parte, el Consejo Internacional del cacao
(ICCO) en su informe de septiembre del 2016 indica que la
oferta y la demanda mundial de cacao, han crecido a un ritmo
anual medio del 2,5% durante los últimos 50 años, caracterizadas
ambas por fluctuaciones interanuales relativamente
amplias causadas por factores climáticos. En contraste, existe
cierta preocupación acerca de las perspectivas inseguras en
el suministro adecuado de cacao y el Consejo indicó que la
productividad no ha mejorado de forma sensible a lo largo de
los años. Esto conduce a retomar lo antes dicho acerca de que
en Nicaragua, las iniciativas de los protagonistas apostando
al desarrollo ecológico de esta cadena alimentaria y de valor,
muestran un marcado interés en incrementar los índices de
producción y calidad así como en convertir este cultivo en
una opción empresarial atractiva para la nueva generación de
productores jóvenes.
Algunas ideas para concluir
Amerita aquí destacar que el
SAF con cacao es sostenible hasta por 50 años, comparable
con un bosque primario (Duguma et al.,1999) e incluir
mayor agrobiodiversidad en el agroecosistema incrementa su
rentabilidad. En el bosque húmedo nicaragüense existen especies
frutales, maderables, medicinales, para leña, material
de construcción, alimento, medicinales y nutritivas que podrían
fácilmente combinarse con el cultivo de cacao.
Después de haber descrito todo lo anterior son
entonces perceptibles las razones para idear los sistemas
agroforestales con cacao de Nicaragua como SIPAM. Para
complementar esta visión prospectiva, debe declararse lo indispensable
que es desarrollar investigaciones enfocadas a
clarificar la contribución de este sistema productivo ancestral
al ambiente, la economía y la sociedad o al bienestar de las
familias rurales nicaragüenses en particular. Conocer y aprovechar
nuestra diversidad biocultural da al país una ventaja
competitiva única que incrementa su valor en la medida que
los productos comercializados contribuyen con los ingresos
de la familia.
Agregado a esto tampoco debe obviarse que la variabilidad
climática actual afecta directamente la sostenibilidad
de los sistemas agrarios. Factores ambientales como cambios
en la disponibilidad de agua, y un contexto socioeconómico
inestable podrían, a pesar de la evolución adaptativa al
medio que han sufrido los SIPAM durante siglos, exceder la
capacidad de respuesta adaptativa de estos agroecosistemas
(Labrador et al., 2009). Encontrar la manera de fortalecer el
manejo del “territorio” con estructuras, componentes específicos,
sinergias y complementariedades que aporten coherencia
ecológica a la gestión de la finca, con investigaciones
que se sumen al conocimiento ancestral que los agricultores
poseen, hará posible mejorar la productividad de estos SAF y
hacerlos económicamente atractivos para los productores al
perfeccionar también los sistema de comercialización locales,
nacionales e internacionales.
En este sentido, la vulnerabilidad de los pequeños y
medianos productores de cacao al conjunto de fluctuaciones
económicas y ambientales requiere de una respuesta local,
institucional, conjunta, de responsabilidades compartidas,
sostenida en una Gestión del Conocimiento que genere capacidades
y conduzca cambios estructurales oportunos. Las
personas que durante siglos han manejado el cultivo de cacao
necesitan el soporte institucional, social y educativo para
continuar protegiendo y adaptando la agrobiodiversidad, ejecutar
un manejo ecológico de sus fincas y ser los primeros
beneficiarios de esta movilización del conocimiento tradicional
alcanzando mejoras en su calidad de vida. La intención
de este documento no ha sido responder la pregunta hecha en
el acápite anterior, pero si propiciar una gestión nacional que
provea a estos productores de capital, servicios, y sobretodo
ciencia y tecnologías apropiadas que faciliten la evolución de
estos sistemas ancestrales.
En este contexto, la ciencia tiene el reto fundamental
de conducir al desarrollo de nuevas tecnologías que hagan
coherente el binomio producción ecológica-desarrollo sostenible.
Investigando y ejecutando sinergias para, sobre la base
del conocimiento histórico acumulado, convertir debilidades
en calidad diferenciada, identidad cultural y estabilidad
agroecológica que promulgan el desarrollo de la nación. Sin
ánimo de crear ningún tipo de controversia, es necesario destacar
que en las circunstancias actuales se requiere también
de enfocar las políticas dirigidas a pequeños productores hacia
incentivos o premios económicos asociados al mantenimiento
de los SAF con cacao y la calidad o valor agregado
de sus productos. Estudios específicos sobre la efectividad
económica de los incentivos para el caso de los SAF con cacao
en Nicaragua serán un aspecto estratégico en el fomento,
renovación y rehabilitación que el gobierno lidera en la
actualidad. Es clave mantener las exigencias al productor, y
simultáneamente hacer este sistema de producción económicamente
atractivo.
Finalmente, debo resaltar que el punto de vista reflexivo
expresado a lo largo de este documento pretende contribuir
a alertar acerca de la importancia no de los SIPAM
sino de la gente. Aquellas personas valiosas que en condiciones
de desigualdad, de las que resulta difícil escapar, han
manejado durante generaciones estos agroecosistemas, y que
podrían verse amenazadas por intereses político- económicos
predominantes en este caso en el mercado nacional e internacional
de cacao, influenciado de una elevada competitividad.
Son ellos, los pequeños y medianos productores que durante
centurias han protegido el apreciado patrimonio biocultural
ligado al cultivo de T. cacao, quiénes requieren ahora de un
esfuerzo conjunto de nación que les prepare y fortalezca para
responder con incrementada eficiencia a los retos del mundo
moderno, diversificar su finca, y abrir nuevos nichos de mercado
identificándose con la capacidad de respuesta adaptativa
de la agricultura tradicional frente a futuras necesidades.
Recuperar, innovar y difundir saberes y tecnologías ancestrales,
acompañando estos procesos con la participación y confianza
entre los actores protagónicos es el reto para favorecer,
en las fincas y comunidades que poseen SAF con cacao, el
desarrollo local sustentable con identidad y visión de futuro.
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